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Durante muchos años Cooke, alias El Bebe, ha sido algunas fotos, algunos artículos escritos por periodistas o militantes, alguna frase famosa, el recuerdo de algún veterano o alguna veterana que tuvieron el privilegio de conocerlo, un puñado de cartas, alguna mención a Alicia Eguren, unos pocos textos que apelan a su recuerdo o investigaron una parte de su vida. En resumen, un cargamento valioso que sobrevivió a varios naufragios y que, de tanto en tanto, emerge en la cresta de la ola sin más explicación que la propia tozudez de sus ideas.
Corresponde a Eduardo Luis Duhalde el mérito de haber reunido casi todos sus papeles conocidos y de haber publicado sus Obras Completas.
Corresponderá a Miguel Mazzeo el mérito de convertirse en un guía lúcido y sagaz para acompañarnos a conocer su recorrido.
Miguel, a quien Nuestra América debe una obra excepcional que nos permite acercarnos a José Carlos Mariategui, no improvisa con Cooke. Lo ha venido rastreando desde hace muchos años. Compiló artículos que aportaban diferentes miradas sobre el personaje en: Cooke de vuelta. El gran descartado de la historia argentina (La Rosa Blindada, Buenos Aires, 1999); publicó algunos de sus trabajos inéditos o poco conocidos en: John William Cooke. Textos Traspapelados (19571961) (La Rosa Blindada, Buenos Aires, 2000). Es decir, se ocupó de su legado en tiempos en que, en las nuevas generaciones, la sola mención del peronismo remitía al menemismo; es decir, a un pasado cercano y oprobioso. Pero su vinculación con Cooke no se reduce a la preocupación de un investigador serio que elude las tentaciones marquetineras. Porque Miguel, como Cooke, ha estado más preocupado por la revolución que por ser considerado un intelectual de izquierda, o un mascarón de proa presentable para esconder tripulaciones y destinos poco recomendables para el pueblo. Hay una sintonía en sus herejías.