Gráfica Política

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Gráfica Política: el lado luminoso de la lucha cotidiana

La Editorial El Colectivo puso en línea Gráfica Política, que ya puede descargarse gratuitamente. De la mano de su autora, Florencia Vespignani, recorremos las páginas de  este libro hecho de gráfica cotidiana, donde se destacan la lucha por los derechos y el protagonismo de las mujeres.

Hay una pregunta que es casi tan vieja como el mundo que conocemos, esa que pide respuesta sobre la importancia de que la obra de unx artista tenga compromiso con su tiempo y con su gente. Y sobre eso se escribe, se piensa, se discute.

Acá no hay nada que preguntar, porque Florencia Vespignani, o Flor Ve, como se la conoce en todos lados, profundizó su arte mientras delineaba la cotidianeidad del hacer en el MTD Lanús, en medio de una asamblea con compañeras del barrio La Fe, en el dolor de despedir a un compañero asesinado, entre el humo que salía de las gomas quemadas.

Y así llegó Gráfica Política, en 2009, de Editorial El Colectivo, varios años después de que las ilustraciones de Flor sean sténcil, murales, estampas en remeras, banderas a la cabeza de una marcha… hicieron el camino de ser de todxs, de tener su propio vuelo, para luego plasmarse en la bidimensionalidad de un libro. Y ahí surgió una nueva forma de circular ese arte. Recuerda Vespignani sobre ese tiempo: “El libro aportaba a mostrar otros aspectos de nuestras luchas. En ese momento, el movimiento piquetero estaba demonizado y mostrar con dibujos todas las actividades y la lucha que realizábamos aportaba a contrarrestar esa demonización. Y ser parte de esos procesos de lucha me motivaba a mostrarlos desde el arte, que es algo que siempre hice”.

Gráfica feminista

Hay otra pregunta que nos surge después de que los lentes violetas se hayan adherido a nuestras pupilas: ¿cómo contamos, desde las palabras y los trazos, el protagonismo de las mujeres y disidencias en las historias de nuestros pueblos luchadores? Entonces, buscamos los rastros que nos hayan dejado en tiempos pasados, piedritas que nos guían en el camino de recuperar todo eso que venimos haciendo desde hace tantos años.

Y así, buscando, desandamos las huellas que nos dejó Flor: la resistencia a las políticas menemistas de los años noventa en el fuego de las ollas populares que revolvían mujeres colectivamente; la rebelión popular del 2001 en el rostro empañuelado de una mujer piquetera; la resistencia de América toda al calor del zapatismo insurgente; la precarización de un taller de costura, la recuperación de una fábrica y, como lo personal ya se nombraba como político, cuerpos-territorios donde se alojaban goces y resistencias.

Vespignani trae esas memorias colectivas a lo que son estas luchas de hoy, donde, nos dice, “la gráfica feminista de los últimos años puso en evidencia cómo el arte gráfico y la gran producción de imágenes ayuda y aporta en visibilizar las luchas, las ideas y los temas que nos interpelan”.

También Claudia Korol intenta contar, ella con palabras, cómo este arte vuela más allá de las hojas del libro: “Es arte que es memoria, cuando nos despierta con imágenes que se quisieron borrar de nuestros registros vitales. Es arte que es pasión, cuando salimos a la calle y nos reconocemos en el diseño que camina, como parte de un cuerpo en lucha”.

Hace unos años, este libro se agotó en papel. Y hoy, con las tecnologías que ya son parte cotidiana de nuestras vidas, la Editorial El Colectivo lo pone a disposición en línea para que pueda seguir circulando. Tampoco es azarosa la fecha, porque este 8 de marzo, día internacional de la mujer trabajadora, conmemoramos a aquellas obreras que murieron en medio de una precarización laboral extrema, pero también traemos el eco de quienes marcharon en 1911 para pedir por derechos –sufragio femenino, reivindicación de la igualdad, denuncia contra la opresión social, familiar y laboral, separación entre sexualidad y reproducción, defensa de la maternidad libre, liberación femenina, libertad sexual, planificación familiar, los métodos anticonceptivos, entre otros– (y aún sigue llevando) años de luchas colectivas.

Nuestro feminismo popular traza esos puentes entre pasado, presente y futuro para dar cuenta de la continuidad que cada una tiene en ese trayecto. Pensar proyectos colectivos, pensar el arte colectivo, por más que lleve una firma, es parte de lo que este gran movimiento, a veces organizado otras, suelto y revuelto, intenta caminar para que no se pierda cada lucha, así se haya ganado o en la que siga dándose pelea. Por eso este libro es atemporal: siempre seguirá latiendo mientras haya quienes estén activando por transformar el mundo, mientras haya desigualdad y personas que intenten cambiarla, mientras haya unx pibx que se queda a atender a un compa herido e intente parar balas asesinas con su manos impotentes de rabia e injusticia.

Porque Flor no pierde la manera niña de mirar el mundo, como le dice León Ferrari en una carta, la capacidad de sorprenderse para mirar su propia realidad cotidiana, la manera alegre y sutil de percibir aún lo más trágico de la vida. Porque, como le dice Vicente Zito Lema: “Así lo sentimos ayer y así volvemos a sentirlo hoy, aún con pies más fríos, frente a los trabajos de Flor: hay cuerpos tristes que se ahogan en el río; hay cuerpos felices que jamás dejarán de ser río”.

Nadia Fink

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