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En los últimos años la economía popular ha incrementado su presencia social, institucional, intelectual y académica. Esta presencia se puede correlacionar con unos niveles de reconocimiento relativamente importantes. Esto presenta aspectos positivos y negativos. Los positivos se relacionan con la visibilidad (y proyección) social del universo de la economía popular. Los negativos se relacionan con los sistemas de reciprocidades asimétricas, con las lógicas que, desde el Estado o el mercado, tienden a la integración subordinada de la economía popular.
La economía popular remite a un universo prácticamente inabarcable compuesto de experiencias y dinámicas muy variadas. La heterogeneidad es uno de sus signos más característicos. La pregunta sobre la economía popular es una pregunta por lo realmente existente pero también por el poder ser y por el deber ser, por el acto y la potencia, por la presencia y la latencia. De esta manera, todo relato sobre la economía popular está obligado a las definiciones mínimas, a los esfuerzos por delimitar (analítica y políticamente) un campo. Como las definiciones y la delimitación crean sentido, el campo de la economía popular deviene un campo de disputa que, en última instancia, es política.